miércoles, 23 de abril de 2014

El "perro" que nunca llegué a ser


Hace unas horas, estaba viendo la película de "La ciudad y los perros", dirigida por Francisco Lombardi, y al toque recordé mis años en el colegio, las aventuras, desventuras y demás al lado de mis compañeros con los cuales compartí las aulas del colegio Jorge Washington, ubicado en mi antiguo vecindario de Bellavista, en el Callao.

El detalle es que en aquellos viejos tiempos, las puteadas de mi señora madre eran moneda corriente, porque yo era un alumno regular, por no decir, propenso a altibajos académicos, propios de un estudiante promedio de secundaria, que llevaba más suspensos que satisfacciones en mi libreta de notas.

Y siempre, cuando la situación se veía casi insostenible y al borde de un linchamiento, mi viejita siempre me decía en tono amenazante: "¡Si sigues con esas notas, te mando al Leoncio Prado o a un colegio estatal, carajo mierdaaa!". Y no era para menos, si bien no era un incorregible en términos de conducta, a veces mis notas dejaban mucho que desear (casi siempre por culpa de las matemáticas y cursos de ciencia que tanto detestaba).



Y ahora que lo pienso bien, me pregunto que sería de mi si de verdad mi mamá tomaba esa drástica convicción de querer disciplinarme con una educación castrense. Quizás hubiese llegado como todo "perro", en el que tendría que haber pasado la peor de las novatadas en manos de estudiantes de grados superiores, de lidiar con algún "Jaguar", un "Boa" o un "serrano Cava", sentir la severidad de algún "teniente Gamboa", de tener que defenderme si era necesario de algún faltoso antes que me agarre como su "Esclavo". En pocas palabras, hubiese sido como un "Poeta" en el que podía mantener un perfil bajo y hacerme el zonzo cuando fuera necesario, y ¿por qué no? Escribir novelas eróticas para luego venderlo entre mis compañeros.



¿A ver, qué más? Ah sí, levantarme diariamente a las cinco de la mañana para empezar las actividades que me volverían al termino de todo eso, en una persona más disciplinada y responsable, así como evitar problemas y faltas que me condenarían a estar consignado en la escuela durante el fin de semana, días donde los internos pueden salir del lugar.

Al final, nunca sucedió eso. Quizás porque el tema económico estaba de por medio o por último era una manera como para que yo tomará las advertencias de mi mamá con verdadera seriedad, a fin de mejorar las notas en aquellos cursos que eran mi talón de Aquiles. Pero recuerdo muy bien, cuando mi viejita, con toda "dulzura" me decía que estudiaría ahí:



Grande viejita :)